Cierto día una handepora comenzó con el Tlic-Plac, no decía otra cosa que no
fuera Tlic-Plac. Pronto dejó de fumar rovema, ahora solo exahalaba el
humo que provocaba la verde combustión del alet.
Las demás handeporas la miraban extrañadas mientras usaban sus ramas para escalar por la cortina
-¿Por qué fumas alet?- Le preguntaban
-Tlic-Plac- decía
-Tlic-Plac- repetía.
Ya no entendía a las handeporas, ya no usaba sus ramas para trepar por
la cortina, ahora las utilizaba para convencer a otras handeporas de
comenzar con el Tlic-Plac.
Las handeporas desde las cortinas miraban a
esos nuevos seres que solo fumaban alet, vieron como se adueñaron de la
habitación con su Tlic-Plac.
Sólo en las cortinas viven las pobres handeporas, se las arreglan para
vivir mientras fuman rovema, saben que la habitación ya no les pertenece
y que nunca la recuperarán, el Tlic-Plac es tan estruendoso que las
paredes poco a poco se desmoronan. Las handeporas solo observan , es lo
único que pueden hacer